Entrevista a Daniel Morgan realizada por Luis Durán el día 27 de Julio del 2021 en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Costa Rica. La misma tuvo la intención de reseñar y divulgar los principales aportes que realizó Daniel Morgan en temáticas afines a la ciudad.
A continuación se presenta la entrevista completa, así como la opción de descarga del pdf de la misma.
- Daniel, gracias por estar acá conmigo. Espero que esta entrevista sea amena.
- ¿Cómo fue su formación académica?
Ingresé a la Universidad Politécnica de California y estudié arquitectura durante 4 años. Cuando estaba en cuarto año se dio la opción de estudiar planificación urbana. Tenía la oportunidad de hacer quinto año y sacar los dos títulos pero ya estaba casado y tenía que salir a buscar trabajo. Por eso mi título es solo en planificación urbana. Yo me gradué en el año de 1971. Después de ese año, no había muchas posibilidades laborales debido a una mini-crisis económica en Estados Unidos. Yo me había casado con una chilena cuando tenía 20 años y decidimos irme con ella a Chile. Entonces viajamos de los Estados Unidos a Chile por tierra, duramos un mes y medio. Viví en Chile un par de años. Incluyo todo esto en mis estudios porque fue muy formativo a pesar de que no fuera dentro de las aulas.
Yo viví la época de Unidad Popular en Chile, estuve durante el golpe de estado y fui expulsado del país. Durante ese tiempo, trabajé con la Municipalidad de Providencia en Santiago. Estaban planificando una serie de proyectos urbanos vinculados con el paso del metro que se estaba construyendo en la ciudad. A mediados de 1973 conseguí trabajo como profesor e investigador en el Departamento de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile en Valparaíso, justo ahí estaba trabajando cuándo se dio el Golpe de Estado. Volví a los Estados Unidos un par de años y trabajé en el campo de la planificación de transporte.
Vine a Costa Rica en noviembre de 1975. Un colega que había conocido en Chile, que era salvadoreño, llegó a Costa Rica y estuvo trabajando en la Escuela de Arquitectura. Entonces, le comenté en una carta que estaba aburrido en Estados Unidos y me habían ofrecido un trabajo en Perú. Pero me dijo -¡No no, venite para acá (a Costa Rica)!- Él habló con Felo García y me contrató sin siquiera conocerme, con solo la recomendación. Era algo muy extraño porque llegué y a los 6 meses ya era coordinador de segundo año de la carrera con 27 años de edad y con 6 meses de experiencia docente. Una trayectoria un poco extraña, adquirí responsabilidades de una forma muy precoz. Luego, en la parte académica, decidí hacer una maestría en Diseño Urbano en el Posgrado de Arquitectura de la Universidad de Costa Rica. Me gradué en el año 2001. Esa es la formación académica que he tenido.
¿Cuál era el enfoque educativo en Estados Unidos?
Era básicamente dentro del paradigma del modernismo, que era lo que prevalecía en aquel momento: el plan regulador, los planes regionales, etc. Yo creo que es importante señalar que en Estados Unidos las carreras universitarias son un poco diferentes. Aquí, en la Escuela de Arquitectura, por ejemplo, uno tiene una formación muy centrada en el campo de la arquitectura y lleva unos cuantos cursos por fuera. Allá no. Realmente yo tenía mis cursos de arquitectura y de planificación pero también llevé cursos de arte, de soldadura, de antropología, cultura, cibernética y literatura... Uno podía escoger. Por eso tuve una formación bastante amplia que iba más allá de la parte puramente profesional.
En términos de arquitectura, la Politécnica de California era una de las escuelas de más prestigio en Estados Unidos, precisamente porque tenía una enseñanza muy práctica. El lema era Learn by doing. Teníamos más formación en la parte práctica de la arquitectura que en la teórica. En la planificación contábamos profesores que venían de Pensilvania, habían trabajado antes en la Universidad de Carnegie Mellon y tenían un enfoque muy novedoso. Incluso hacíamos ejercicios de simulación, usábamos teoría de juegos básicamente. Cada uno de los estudiantes cumplia un papel, teníamos un sistema de roles y un sistema de mapas. Algunos eran alcaldes, otros eran planificadores, otros eran consultores. Cada uno representaba su papel y la idea era que cada uno promoviera sus propios intereses. Era una simulación bastante efectiva, incluso tan es así que uno terminaba siendo enemigo de algunos compañeros porque además de eso dependía el grado de éxito del juego.
El profesor de cibernética, que además era profesor del taller de planificación, tuvo mucha influencia sobre mí. Hubiéramos tenido una gran amistad si me hubiera quedado más tiempo en Estados Unidos. El curso de cibernética fue un curso muy importante, porque empecé a ver cómo todos los elementos estaban conectados. Eso fue clave en mi formación y desde entonces me volví muy intuitivo y empecé a encadenar cosas a tal punto que me frustra que otra gente no vea las cosas que yo veo, los sistemas. Algunas personas ven todo como hechos aislados. Yo logré entender cómo en la ciudad todo está enlazado. Me ha servido mucho este tipo de pensamiento complejo, que empezó realmente con ese curso que matriculé simplemente porque el nombre me parecía muy “raro” y “novedoso”.
- ¿Cuál ha sido su recorrido en la Escuela de Arquitectura?
Como le dije, estuve varios años como coordinador de segundo año. Debo explicar que en aquel entonces el plan de estudios era diferente. Se estudiaba a partir de escalas geográficas: en el primer año los estudiantes estudiaban un pueblo, en segundo año era una región, en tercer año una parte de la ciudad y en cuarto y quinto año era más arquitectónico. Se daba mucho énfasis a la parte de planificación y yo era la persona óptima para desempeñar estas labores. Especialmente en el segundo año que tenía la planificación como centro. Y a la vez, fui el coordinador vertical de arquisistemas. Teníamos una matriz particular: en cada año de la carrera había 5 cursos, uno de estos era arquisistemas que básicamente era la forma de incorporar la investigación dentro de los procesos educativos. Estaba muy ocupado porque tenía que coordinar ambos ejes y, además, dar clases en varios cursos de otros niveles.
En el año de 1982 fui elegido por primera vez subdirector de la escuela, tuve ese cargo de subdirector tres veces. Después fui director del año 2003 hasta el año 2007. Participé mucho en el Posgrado de Arquitectura, fui coordinador de la Maestría de Vivienda y Equipamiento Social desde el año 2005, año en que se creó. En el año 2008 fui director del Programa de Posgrado y estuve en ese cargo hasta 6 meses antes de pensionarme.
- ¿Cuál es su relación con la ciudad?
Yo me crié en San Francisco de California, entonces he estado en contacto con la ciudad desde mi niñez. Yo me di cuenta, cuando estaba en la Universidad Politécnica de California, que mucha gente no tenía ese tipo de contacto porque venían de lugares suburbanos. Siempre me atrayeron las actividades urbanas, de manera que era casi natural que tuviera interés en esto y cuando tuve la oportunidad opté por estudiar una carrera que lo abordara. En Chile, viví en Santiago y después en Valparaíso. Los fenómenos urbanos no eran diferentes a los de San Francisco en términos de las actividades urbanas. Por supuesto que sociológica y culturalmente difieren, pero no tanto en la cultura urbana porque en San Francisco y en Santiago la gente se movilizaba en transporte público. Entonces, no encontré algo chocante ni algo que me llamara particularmente la atención en ese cambio de paises.
El choque lo tuve el primer día que llegué a Costa Rica. Lo noté cuando subí al bus para ir del centro de San José a la Universidad de Costa Rica en el año 1975. Encontré todo más relajado, menos estresante. Porque en Chile, por ejemplo, en los buses viajabamos como “sardinas” y para bajar del bus uno tenía que tocar el timbre cuatro cuadras antes para poder llegar a la puerta. El timbre solo tenía una cuerda como de medio metro para que uno tuviera que llegar hasta la puerta. En Costa Rica, vi como una mujer tocó el timbre y se quedó sentada, ella esperó hasta que parara el bus. Yo encontré esto novedoso, más relajo, una vida más aldeana. San José sigue siendo así en alguna medida. A diferencia de otras ciudades, la mayoría de los habitantes de San José están a una generación del campo. La urbanización ha sido muy reciente en Costa Rica y esto también influye mucho en la tardanza de la llegada de una cultura urbana.
- ¿De qué manera se involucró en movimientos populares?
En Chile había sido activista. Esto fue la época de la Guerra de Vietnam y yo estaba involucrado en los movimientos contra la guerra. No es que yo fuera parte de algún partido político pero seguía los acontecimientos y simpatizaba mucho con los diferentes partidos de izquierda que existían en aquella época. Era natural que, cuando llegara a Costa Rica, y dándome cuenta casi inmediatamente que no iba a estar de paso, empezara a ver las diferentes posibilidades de militar. Me llamó mucho la atención un partido trotskista que existía, el Partido Organización Socialista de los Trabajadores. Empecé a trabajar con ellos en 1978 no porque tuviera ideas trotskistas, sino porque siempre he sido un poco más empírico. Me gustaba mucho la actitud que tenían de ir a los barrios. O sea, cada semana el partido estaba en todas partes y por eso lo hacía ver mucho más grande que lo que realmente era.
En aquel momento, yo trabajaba con personas de Villa Esperanza de Pavas, pero la lucha por vivienda realmente nació en los Barrios del Sur. Se empezó a tratar el tema, iba creciendo y creciendo y, con el trabajo práctico que nosotros hacíamos, el partido poco a poco se volvió menos dogmático. El propio contacto con la comunidad nos hizo poner los pies sobre la tierra. Después empezamos a cuestionar el trotskismo, después cuestionamos el marxismo y nos dimos cuenta que las cosas que hacíamos tenían un valor intrínseco de por sí y no solamente como un peldaño de la revolución social. Pasamos de la cuestión política a evolucionar todos juntos. Hacíamos actividades dentro del urbanismo, siempre con ideas de izquierda, pero no amarrados a un fé ideológica sino al comunitarismo.
Empezamos a trabajar muy fuertemente en el tema de la vivienda a partir del año de 1981. Yo dirigí comités en Villa Esperanza de Pavas, luego en Calle Blancos, luego en San Antonio de Escazú, luego en León XIII, después en Guadalupe centro, en Cinco Esquinas de Tibás. Trabajé en muchos lugares, esto durante la época en que todavía la lucha social era para que nos atendieran. A partir del año de 1987, más o menos, empezamos a meternos en la construcción sin tener idea de lo que estábamos haciendo. Empecé a tener un papel muy importante porque yo era el único que tenía alguna formación afín a la construcción. En un principio, trabajaba con la gente del precario Juan Pablo II cerca del cementerio de Alajuelita, luego en el proyecto de Corina Rodríguez y La Guapil de Alajuelita. Después me mandaron a Guararí, desde el inicio del proyecto. Trabajé ahí 10 años, desde 1989 a 1998. En ese tiempo tuve que vivir en Guararí y trabajar tiempo completo en la Escuela. Yo tenía que despertarme siempre a organizar las actividades de las cuadrillas ya pagadas, todos los días de la semana a las 6 de la mañana y después ir a impartir clases. Los jueves en la noche teníamos talleres de mujeres que hacían armaduras y los fines de semana tenía que coordinar otras tantas cosas. Teníamos comités, la gente que estaba empezando y teníamos muchas actividades constructivas.
- ¿Cuál es su acercamiento a la vivienda?
Yo nunca había trabajado en vivienda antes. En otra entrevista me preguntaron -¿cómo su experiencia docente influía en el trabajo en la comunidad?- Entonces contesté que fue al revés. Mi trabajo en la comunidad alimentó unas inquietudes que después vinculé con mi trabajo académico. Por ejemplo, yo estaba mucho más involucrado en la parte comunitaria, conproblemas muy concretos y vinculados a nivel del proyecto. Pero también me di cuenta de la importancia del aspecto político y, en especial, de la política pública. Cuando se creó la Maestría en Vivienda y Equipamiento Social yo traté de incluir ambas cosas. La experiencia me había enseñado la distancia existente entre los que toman decisiones políticas y lo que sucede en los barrios. Los que trabajaban políticamente no tenían ni idea de las implicaciones de sus decisiones “abajo”. Entonces, era muy importante construir una especie de puente. No puedo asegurar que esta idea tuviera mucho éxito, aunque algunos graduados de la maestría ahora ocupan puestos importantes en el Instituto Nacional de Vivienda y Urbanismo (INVU), en el Ministerio de Vivienda y Asentamientos Humanos (MIVAH) y en otras diferentes instancias. Posiblemente algo de esto quedó “cuajado”.
También dirigí durante muchos años un Trabajo Comunal Universitario (TCU) relacionado con la autoconstrucción. Se llamaba Apoyo técnico a la autoconstrucción y fue una experiencia muy enriquecedora. Enviamos estudiantes de arquitectura e ingeniería a trabajar con la gente en la parte de autoconstrucción haciendo ciertas tareas técnicas que ellos tenían la capacidad de realizar. Trabajamos en lugares diferentes, este TCU funcionaba únicamente en el ciclo de verano porque queríamos trabajar intensamente en un solo lugar y, año a año, cambiar de locación. Eran proyectos que empezaban y terminaban. Esto funcionó muy bien durante un tiempo pero después la Universidad cerró el TCU porque cambiaron las pautas. Ellos querían que fuera en un solo lugar, durante mucho tiempo, para poder medir el impacto. También mi tesis de maestría fue sobre directrices de diseño de urbanizaciones para viviendas de interés social. Esa tesis ganó la Bienal de Arquitectura del año 2002 en el campo de la investigación. De manera que el vínculo fue más bien al revés.
- ¿Cómo surgió su interés por el espacio público?
En 1994 yo participaba en un programa centroamericano de vivienda organizado por la Agencia Danesa de Desarrollo Internacional (DANIDA), una organización gubernamental de Dinamarca que apoyaba a los países en desarrollo. Habían escogido a 14 personas de diferentes escuelas de arquitectura de universidades públicas en Centroamérica. Fui elegido como coordinador y estuvimos cuatro meses en Dinamarca recibiendo una capacitación. Mientras estábamos ahí yo noté que estaban dando en las noches conferencias sobre diseño urbano en inglés, porque normalmente se daban en danés. Fui con mis compañeros y una de las conferencias la dictó Jan Gehl. Fue una cosa magnífica y cuando terminó la cuarta conferencia yo me presenté y le dije: -¡Nosotros vinimos de Centroamérica!-. Él dijo -¡sí, qué interesante!, ¿no quieren venir mañana a una gira?-. Él consiguió un microbús y nos llevó durante todo el día sábado a visitar proyectos.
Desarrollé una amistad con él. Se puede decir que fue un poderoso mentor para mí, sin que él lo supiera. El libro que Jan había escrito, que se llama Life Between Buildings, yo lo traduje al español para mis estudiantes. Le solicité permiso para hacerlo y empecé a tener un vínculo más estrecho con él. Ese libro me abrió los ojos de una forma tremenda, por primera vez vi un autor que vinculaba todos los diferentes estudios antropológicos y sociológicos con el diseño físico del espacio. A mí me pareció una forma fabulosa de abordar la ciudad. Un enfoque totalmente urbanista que estaba centrado en la experiencia urbana de la gente. Era muy acertado y eso me influyó para estudiar diseño urbano. Siempre había tenido interés en las temáticas de diseño pero este enfoque en particular realmente me inspiró y yo creo que fue la semilla de mis trabajos sobre espacio público.
-¿Podría hacer un recuento de investigaciones que ha realizado?
He realizado varias publicaciones, algunas sobre transporte público en Estados Unidos. La primera publicación individual fue sobre vivienda económica para un libro en la que yo participé como parte de un equipo. El que dirigía el equipo era Rosendo Pujol, director del Programa de Investigación en Desarrollo Urbano Sostenible (ProDUS). Él me contrató para hacer dos capítulos. Luego en el año 1985 publiqué dos artículos en una revista que yo mismo organicé, se llamaba Desarrollo. Lo que hacíamos era proponer diferentes temáticas. Estaba encargado del segundo número de la revista en la que la temática era vivienda. Organicé toda la publicación e hice un par de artículos. También, en el año 1983, siendo yo subdirector de la escuela, traduje el libro Estrategias pasivas para Costa Rica, escrito por un arquitecto de Estados Unidos que había sido becado por la Organización de los Estados Americanos (OEA). Mandé a pasarlo por el composer, antes de la época de la microcomputadora. Yo organicé el texto y se imprimieron 500 ejemplares que se vendieron “como pan caliente”, en 3 meses ya se habían agotado.
Luego está mi tesis que nunca fue publicada. Después, estando yo como director, nos visitó un profesor de Colombia y le mostré algunos trabajos que estaba realizando pero que no había publicado. Él me dijo -es muy interesante ¿por qué no hacés un artículo?- E hice un artículo que posteriormente fue publicado en Colombia. Hay otro artículo que fue publicado en Ecuador que es sobre flexibilidad y normativa de vivienda para trabajar en asentamientos de precario. También gané una mención honorífica en un concurso organizado por la Escuela de Historia que era sobre la historia del urbanismo en la última parte del siglo XX en Costa Rica. Fue muy curioso porque los demás textos escogidos tenían que ver con lo histórico. Yo propuse que los asentamientos populares cambiaron el tipo de crecimiento urbano en esta época. Ya no se crecía poco a poco sino por medio de la aparición de grandes fragmentos. Yo creía que esto era más representativo. Ganó la mención honorífica y fue publicado después.
También realicé una investigación junto a los estudiantes del curso Teoría e investigación del diseño urbano. Yo los enviaba a hacer trabajo de campo, por ejemplo mapear dónde estaban las actividades, seguir patrones de movimiento, etc. Con todos esos datos que recogimos durante dos semestres, organicé un libro entero sobre los espacios públicos del centro de San José. Yo tengo todo el libro digital pero nunca fue publicado en la Universidad de Costa Rica por la burocracia. Tenía interés en que se publicará físicamente pero ellos querían sacar un e-book. Este libro ganó una mención honorífica en la Bienal Iberoamericana en España en Cáliz en el año 2012. Estuvo basado en mi propia trayectoria y en el enfoque de Jan Gehl, incluso utilicé algunos de los instrumentos que él había diseñado. Agregué algunas de sus técnicas pero las perfeccioné un poco más. Él había trabajado con una técnica que consistía simplemente en dibujar las trayectorias de las personas, pero para hacerlo en la Avenida Central tenía que diseñar toda una metodología más compleja para seguir a la gente. Era una gran cantidad de trabajo. Me decían -mire ¿por qué hace esto? nosotros simplemente tenemos una persona y contamos a la gente que está pasando-. Yo dije -¡pero esto no quiere decir nada! ¿De dónde viene esa gente? ¿Hacia dónde se dirige?- La información del conteo no servía y la que me brindaban las trayectorias era información mucho más útil.
-¿Cuál cree usted que es su huella más importante en la Escuela?
No sé si habré dejado huella. No puedo afirmar tal cosa, tampoco pretendía dejar huella. Lo que sí podría decir es que disfruté enormemente los 41 años que trabajé aquí en la escuela: tenía muchas amistades, extraño mucho esa parte. Ahora me mantengo muy activo porque volví a la cuestión de vivienda de interés social. Y aunque tengo muchas cosas que hacer de repente uno se da cuenta que el entorno social de la Escuela era importante. Sobre todo porque yo era de tiempo completo y tenía, a diferencia de muchos profesores, mi oficina aquí. Pasaba 40 horas o más horas en la escuela todas las semanas. Aparte de esto, los profesores todos habían sido alumnos míos y eso creaba un ambiente muy especial. Uno aprecia esto más cuando ya se aleja.
-¿Cómo era la escuela que inicialmente conoció y la que dejó cuando se jubiló?
Yo diría que muy diferentes. En términos del egresado, creo que la formación profesional que tiene el egresado en este momento es muy superior a lo que tenían inicialmente. Ahora se da mucho más énfasis o temas con mayor profundidad, etc. La calidad del estudiantado es muy buena. Los mejores grupos que yo manejé fueron los últimos semestres que estuve. Muchachos magníficos, realmente gente muy comprometida con la carrera. Creo que los egresados de los primeros años tuvieron que aprender mucho de la arquitectura estando afuera y en realidad así es en la mayoría del mundo, esto es una cosa que ha ido cambiando. El estudiantado en los antiguos tiempos estaba más interesado en cosas políticas, en lo que sucedía en el mundo, más involucrados con movimientos sociales. Esto también ha cambiado, no solo aquí, en la Escuela de Arquitectura, sino también en todo Costa Rica.
En términos del ambiente académico creo que ha habido un cambio bastante grande. Cuando yo entré aquí, en 1975, año en donde todavía no se había egresado la primera generación aún, se veía todo muy desordenado. Las cosas eran mucho más informales pero de alguna forma el cuerpo docente estaba mucho más organizado y había mucho vínculo. Eran docentes que estaban comprometidos con la Escuela de Arquitectura, no tenían muchas actividades afuera. Teníamos amistad, tomábamos café todos los días en la Soda Guevara, de manera que uno se enteraba de todo lo que estaba sucediendo. Esto sí se ha perdido.
En este momento yo diría que los profesores manejan muy bien sus temas pero creo que sienten un gran compromiso por su propio trabajo, no tanto por la marcha de la Escuela en su totalidad. Cada uno trata de hacer bien su propio trabajo y no se vinculan con los demás, no quieren que nadie los mueva. Creo que el cuerpo docente es lo que más ha cambiado, cada uno por su lado y esto tiene como consecuencia una mayor dificultad para cambiar las cosas también. No solo todo está muy atomizado sino que cada uno esstá muy cómodo haciendo lo que hace. Cuando uno transforma las cosas, uno tiene que modificar su propio comportamiento y esto obviamante no es tan fácil. Es un obstáculo difícil de superar.
-¿En qué aspectos tenemos que mejorar?
Un aspecto a mejorar es el desarrollo de un espíritu más de escuela que de taller. Hay que recuperar los vínculos no solo académicos sino también los vínculos sociales entre los profesores. Que los propios profesores tengan más conciencia de lo que están haciendo sus colegas en los diferentes cursos. Se están desaprovechando un montón de oportunidades para crear diálogos. Por ejemplo, hay un potencial enorme en cuarto año, porque se trabaja el tema urbano en la parte arquitectónica. Y, por eso, en los talleres de diseño debería de haber gente formada y especialista en esos temas. Otro aspecto que se debe solventar es la integración de los profesores becarios que regresan del extranjero. Se deben aprovechar sus conocimientos y desarrollar nuevas áreas en la Escuela. Que la revinculación tenga impacto. Pero por otro lado, también creo que es importante revalorizar la práctica que tienen los profesores más antiguos. Tampoco desprecio esa parte, hay que buscar un equilibrio entre ambas partes. Otro problema es que las personas conciben la formación de manera instrumental. Básicamente como la información que recibe el estudiante del profesor, que se repite y se pone a prueba en el examen o en algún trabajo. El estudiante debería aprender más de sus propios compañeros, de los contactos sociales, de la realidad que tiene a disposición.
-Daniel, estoy muy agradecido por la conversación.
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